El retorno a los centros de culto

Entre la urgencia de reunirse y la orden de distanciarse

Actualmente se discute sobre la urgencia expresada por algunos sobre hacer el retorno a los locales donde se congregan las iglesias para reiniciar los cultos con grupos grandes. Es compresible que después de un tiempo prolongado de aislamiento obligatorio, se produzcan ansiedad y anhelo de encontrarse nuevamente con las personas amadas y gozar de la comunión cristiana.



Sin embargo, no podemos ignorar ni minimizar el peligro de contagio por el germen que causa la enfermedad del coronavirus (COVID-19), ni el riesgo de mortalidad que ha sido catastrófico en varios países. El virus es real y como cristianos responsables tenemos que tomar todas las medidas para proteger la preciada vida dada por Dios.
Preocupa que en nuestro país nos toca vivir con un sistema de salud colapsado que no tiene la capacidad para atendernos ni para hacer pruebas diagnósticas en cantidades apropiadas. De lo anterior podemos deducir que las únicas medidas eficaces para mitigar y prevenir la infección son el distanciamiento físico y todas las medidas higiénicas recomendadas. Hasta el momento no existe ningún medicamento con pruebas de poder curar la enfermedad y tampoco hay una vacuna disponible. Por lo tanto, el aislamiento y la distancia física siguen siendo las herramientas más seguras para evitar los contagios.

* Las iglesias no están cerradas ni inactivas

Es importante subrayar que las iglesias no se han cerrado. Más bien, han continuado su ministerio de forma creativa, utilizando los recursos tecnológicos disponibles.




También ha habido acciones de compasión guardando las medidas necesarias. Es innegable que también existe preocupación por el descenso de los ingresos económicos, situación que afecta las operaciones de la mayoría de las iglesias. A pesar de ello, no debemos perder la perspectiva de lo que es prioritario, por lo que consideramos oportuno citar fragmentos del acertado pronunciamiento de los evangélicos argentinos: 
"Como pastores debemos tener como responsabilidad primaria el cuidado de las vidas, tanto de las de nuestra congregación como toda otra. Cuando nos identificamos como “pro-vida”, esto no aplica solo frente al aborto, sino a favor de toda vida en toda circunstancia.  No hay ninguna actividad religiosa, por más espiritual que sea, que esté por encima de la vida y del bien común. Es importante también que en este contexto cuidemos de todos aquellos que de manera voluntaria en nuestras congregaciones están sirviendo al prójimo en situaciones de riesgo para su salud. Deben contar con todos los elementos de protección y debemos extremar los cuidados para preservar sus vidas y las de su familia." (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina, 22/Mayo/2020)

Dos actitudes clave ante el coronavirus

Confianza: Creemos en un Dios poderoso, creador de todo lo que hay y que controla el universo. Creemos en un Dios al cual podemos acudir en momentos de peligro y que nos cubre bajo sus alas. Pero también, creemos en un Dios soberano que decide sobre nuestro destino “porque ninguno de nosotros vive para sí mismo ni tampoco muere para sí.


Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos del Señor somos” (Romanos 14:7-8 NVI).
Prudencia: Desde los primeros libros de las Escrituras, el pueblo de Dios fue enseñado acerca de medidas de higiene y cuidado de la salud. La prudencia es una virtud exaltada en la Biblia y en circunstancias como las que vivimos toman vigencia: “El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y paga las consecuencias (Proverbios 22:3 NVI). En la versión RVR60, el mismo versículo dice: “El avisado ve el mal y se esconde; más los simples pasan y reciben el daño”. En Isaías 26:20 RVR60, y en el contexto de una catástrofe, el Señor indica “Anda pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito en tanto que pasa la indignación”.


Las personas somos la Iglesia, no lo son los edificios
 
Recordemos que la iglesia somos las personas, definidos por la palabra divina como “piedras vivas” y templos del Espíritu Santo. De tal manera, que llamar iglesias y templos a edificios, no hace honor a la enseñanza bíblica. Los edificios son capillas, auditorios, casas de oración etc., que permiten a la asamblea (iglesia) reunirse periódicamente para tener servicios.
La Iglesia no siempre funcionó en edificios creados para ese fin. La iglesia de Jerusalén se reunía en casas, y Pablo utilizó una escuela para enseñar. La misión predominante de la iglesia debe ser fuera de los edificios y no dentro de los mismos. Estos cumplen una función de espacio de reunión para la comunión, alabanza y predicación de la palabra para grupos de mayor tamaño.

Enfoquemos bien la crisis económica que nos afecta

El descenso de los ingresos económicos que estamos viviendo en las organizaciones eclesiales durante la pandemia, no es sólo por la falta de asistencia a los cultos, sino a la pérdida del trabajo y de las fuentes de ingreso económico de los creyentes. Necesitamos oración y creatividad para mantener la sostenibilidad de las familias y las organizaciones. Debemos ver el modelo de la iglesia de Jerusalén en su fervor por la oración, el estudio de las escrituras, la comunión y el “partimento del pan”, que no sólo se hacía en sentido litúrgico, sino de compartir los alimentos. En esa época, los cristianos compartían sus bienes y no había necesitados entre ellos. 

* Actuemos

1. Mantengamos las medidas estrictas de cuidado, especialmente a con los hermanos y hermanas que de manera voluntaria están realizando labores de ayuda. Debemos equiparlos con todos los elementos de protección.

2. Evitemos apresurarnos en volver a las reuniones. El retorno debe hacerse en base a un análisis de la situación de infecciones en nuestro país. Esa situación no la conocemos con exactitud, -y digámoslo con franqueza- hay falta confiabilidad en las estadísticas.
 
3. No creamos todas las versiones y teorías que confunden a la población. Escuchemos a los profesionales de la salud y a los científicos serios. Si caemos en prácticas no recomendadas, le abrimos la puerta al enemigo y a la diseminación de la enfermedad.

4. Recomendamos a la iglesia mantenerse en el estilo casero, utilizando grupos focales con tecnología disponible y ponerla en la medida de lo posible a disposición de las iglesias rurales y sin recursos.

5. Desarrollemos una gestión de fondos de manera ética y apelando al dador alegre con la filosofía de 2 Corintios en sus capítulos 8 y 9.

6. Ocupémonos de los grupos más vulnerables de nuestra comunidad tanto en el sentido económico, como emocional, en su condición de salud y en su necesidad espiritual. En resumen, practiquemos un enfoque integral al estilo de Jesús.

7. Permanezcamos fuera de los edificios hasta que las estadísticas nos indiquen que hay una disminución de los casos positivos en el país y hasta que sea responsable reunirnos sin riesgo de infección.

8. Continuemos orando y ayunando sin cesar. Estemos atentos a la voz del Espíritu Santo a través de Su Palabra.

El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; sigan el bien. Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor en el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. (Romanos 12 9-13)

Autor: Dr. Enrique Martínez, Siguatepeque, Honduras
Ilustraciones: Pixabay y Shutterstock (gratuitas).


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