La Iglesia en los tiempos de la COVID

Tenía que ser una pandemia como la causada por la enfermedad COVID-19 la que nos sacudiera hasta lo más profundo de nuestras prácticas ancestrales como congregaciones eclesiásticas. Con esta pandemia llegó el día cuando la Iglesia volvió a las casas, tal como en la Iglesia primitiva de Jerusalén de los primeros siglos.




De repente como un rayo fulminante, se dio fin a la visión templista que nos ha sido impuesta durante siglos: ver al edificio como el lugar sagrado donde adoramos a Dios y de esa manera poder alimentar la hipocresía de actuar y vivir en dos mundos. Llegó el tiempo de volvernos a las sendas antiguas y proclamar lo expresado por el profeta Isaías acerca del verdadero ayuno (Isaías 58:5-7). Esa declaración fue sellada por nuestro Señor y Salvador Jesucristo cuando expuso el gran doble estándar de vida de los escribas y fariseos.

La Iglesia se volvió a casa, donde no hay manipulación ni estados alterados de la mente, donde no puede darse rienda suelta a interpretaciones individuales de las Escrituras y sobre la vida de los creyentes. El Espíritu Santo no necesita de intérpretes. Claro que da temor de saber si eso proviene de Dios, pero Él dijo desde la antigüedad que escribiría Su palabra en nuestros corazones. De repente, Jesús el Cristo volvió a ser nuestro Pastor. Ese Pastor que nos hace descansar en delicados pastos, lejos de una autoridad espiritual que es más humana que proveniente del Espíritu de Dios. 

Las autoridades denominacionacionales o no, se quedaron sin fieles sobre quienes ejercer esa “autoridad espiritual”, las ovejas pueden alimentarse y crecer en las corrientes de las aguas.
Esa iglesia que ahora puede ser más solidaria y decir que no depende de la bolsa de valores en la que prima el interés individual por sobre el de la comunidad. Esa Iglesia que reparte el pan de acuerdo con la necesidad de cada uno, es pues, la Iglesia que participa de los mercados autosostenibles, de los mercados sin dinero o mercados libres. 

“Ustedes se humillan al hacer penitencia por pura fórmula: inclinan la cabeza como cañas en el viento,se visten de tela áspera y se cubren de cenizas. ¿A eso le llaman ayunar? ¿Realmente creen que eso agrada al SEÑOR? »¡No! Esta es la clase de ayuno que quiero: pongan en libertad a los que están encarcelados injustamente; alivien la carga de los que trabajan para ustedes. Dejen en libertad a los oprimidos y suelten las cadenas que atan a la gente. Compartan su comida con los hambrientos y den refugio a los que no tienen hogar; denles ropa a quienes la necesiten y no se escondan de parientes que precisen su ayuda.” Isaías 58:5-7





Autor: Dr. Jorge Valle, Tegucigalpa, Honduras.




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